Siempre hay algo que va a intentar apagarte. Un mal gesto, una palabra mal dicha, una persona inconsciente, el tiempo que no regresa, o el que nunca llega. Siempre.
He vivido la vida de distintas maneras, equivocadas y acertadas pero siempre adecuadas para ser quien soy ahora.
He aprendido muchas cosas.
Aprendí que puedes tenerlo todo y un día no tener nada; que la vida da vueltas que nunca puedes parar, y que un amigo siempre es mucho más que un hermano.
Aprendí que la familia siempre es lo más importante, pero son tus convicciones las que debes abrazar con fuerza, porque entre otras cosas, aprendí que el mundo necesita personas que entreguen su vida a causa de la verdad y del amor.
Aprendí que no debo confiar en alguien que no habla bien de otros, y que las personas podemos llegar a ser tan crueles como se quiera, pero no hay arma contra el amor, por más que intenten.
Aprendí que no debo apagar lo que soy a causa de nadie, que yo soy todo lo que he vivido y más que eso. Soy lo que Dios dice de mí.
Aprendí que la humildad abre más puertas que el dinero, y que Cristo fue quien cambió ese concepto. Cambió la humildad como adjetivo de una persona pobre a característica de una persona grande, con riquezas acumuladas en el cielo.
Aprendí que una sonrisa siempre es mejor que una palabra, y que las miradas hablan. Si no crees, en verdad intenta.
Aprendí que el cielo es bueno para perderse de vez en cuando, y que tomar café con uno mismo es el mejor plan que pueda existir en la tierra.
Que caminar despacio es bueno, sobre todo si hay hojas en el suelo de esas que al sonar te hacen sentir que estás vivo, y que detenerse es necesario en ocasiones para contemplar tu alrededor.
Aprendí que la gente que amas va a irse algún día y tienes que disfrutar con ella todo lo que esté a tu alcance.
Aprendí que no se debe dejar ir a alguien que se ama mucho, porque el tiempo cobra con creces las acciones estúpidas.
Aprendí que el orgullo quema más que el fuego y hiere más que el silencio cuando alguien te quiere escuchar.
Que las arrugas son la belleza más grande que existe porque te dejan contar las sonrisas de la gente, sus sentimientos, su experiencia.
Aprendí que una palabra bien dicha a tiempo es una aguja en un pajar que nadie encuentra. Pero tener una persona que haga eso, es tener el paraíso.
Que no siempre estarás donde quieras estar pero siempre será lo mejor que pueda pasarte.
Aprendí que hablar mal de otros, habla más de ti que de ellos. Siempre.
Aprendí que el dinero no es lo más importante, sobre todo cuando no tienes con quién compartirlo.
Que el hambre te hace más creativo y más humano. Que el frío te enseña a abrazar a aquel a quien alguna vez rechazaste.
Que siempre debes cambiar quien eres para ser mejor, aunque sientas que el mundo no lo merezca.
Que la 1:40am siempre será una buena hora para guardar silencio y escuchar a Dios.
Aprendí que el tiempo es corto, y que el día empieza a la media noche.
Que el sol siempre sale justo cuando más oscuro está. Hay esperanza en la creación que habla del Creador.
Aprendí que la enfermedad es un arma mortal que hiere el cuerpo pero sana el alma.
Que reflexionas cuando sientes estar al borde de la muerte; que la vida de repente parece más bella; que la gente siente; que a tu familia le dueles.
Que las lágrimas riegan la tierra que te hace crecer más.
Aprendí que todos los días voy a aprender algo nuevo,
que seré vieja y no voy a entender a mis nietos, pero mi corazón estará dispuesto a tener la nobleza de alguien que no lo sabe todo, y a menudo no sabe nada.
Que ser vulnerable es hermoso, y que reconocer que eres un ser humano te hace increíblemente distinto.
Que la vida solo es vida cuando tienes con quién compartirla...un hijo, una madre, una pareja, un hermano, un amigo.
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