"Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos" (Salmos 34:15).
Cuánto me enamora saber que no tengo que susurrar si quiera, cuando ya puedes oírme. Nadie podría jactarse diciendo "yo la conozco", no hay nadie en esta tierra que me conozca tanto tú. Mi anhelo: conocerte, conocerte tanto como me conoces tú, aún cuando esta mente diminuta no alcanza a entender a un Dios tan infinito, inmenso, perfecto, pero anhelo conocerte; tú, que sabes cuántos cabellos tengo, tú, que conoces mis días futuros porque los escribiste; tú, que superas todo entendimiento, la fuerza que me ha levantado, el que conoce incluso lo que me hace sonreír y lo que me ha hecho llorar; mi soporte cuando las cosas no van bien, y Aquel que se lleva mis temores más profundos...
Quiero conocerte de aquí hasta el final de mis días, si es mañana o en unos años, poder mirar atrás y saber que no hubiese sido posible amarte más porque mi imperfección te amó con un clamor desmedido, sin dominio propio cuando se trataba de ti, de botarme a tus pies a llorar confiada en que solo tú me darías la libertad. Te encontré porque tú me encontraste, te amé porque tú me amaste, y hasta aquí he llegado por ti. No podría amarte entonces más que lo que mi pequeño cuerpo podría soportar, te amo con tantos errores encima, en sufrimiento y en la cima de la alegría de mi vida; te he amado aún cuando he sentido que no lo hago lo suficiente porque buscar tu rostro cuando fallo es algo que aprendí de tu misericordia interminable.
Entonces te amo. Te amo hoy mientras soy joven y puedo rendir toda esta vitalidad ante ti, y te amaré sobre mi lecho cuando ya no tenga fuerzas, cuando solo el brillo de mis ojos hable de mi único Salvador, el que me vio en la cárcel y redimió lo impagable; la riqueza de tu amor es suficiente, tú me eres suficiente. Ahora sé que si naciera otra vez no podría amarte más, porque un segundo nacimiento es la mejor oportunidad que me has dado. Sin miedo, sin dudas, sin temor camino hacia ti, confiada en tus brazos, en tu perfección absoluta, en que cuidas cada pequeño detalle como lo hiciste con las alas de las mariposas. Mi Dios delicado y poderoso, el Dios que me ve.
Comentarios
Publicar un comentario