Cuando era niña y me hablaban de ti... yo podía sentir cómo los latidos de mi corazón se hacían más fuertes. Un viento potente traía a mí una convicción en la que no había un solo espacio para la duda. Existías y eso era suficiente. Pero el mundo tejió paredes alrededor de mí y mi corazón se hizo tan duro como una roca, tan duro que yo ni siquiera podía tocarlo, entregarlo, ni sentirlo.
Sentí como si yo fuese un pedazo de papel que elevado al viento nunca se sintió libre y una vez caído en las manos incorrectas, fue arrugado, fue roto, y fue olvidado, y nunca volvió a elevarse. De repente, todo eso para lo que había sido creada, ya no tenía más sentido, ya no era ni estaba. Ya no vivía, ya no tenía palpitaciones fuertes a menos que fueran de miedo, de un temor profundo que me invadía cada noche, y entonces el mar me arrastró. Me dejé llevar por la corriente fuerte, los muertos no podemos pelear. Y cuando por fin me hundía en lo más profundo, desvanecida, sin fuerzas y sin rumbo, justo ahí llegaste.
Sumergiste tu mano fuerte en medio de la tormenta y la dirigiste a mí, y entre toda la gente que pudiste elegir, me elegiste a mí... apenas pude mirarte pero jamás entenderte... y me levantaste, me sacaste a la orilla del mar y no te fue suficiente, en cambio soplaste vida sobre mí y no me abandonaste. No diste por hecho mi regreso a tierra firme, te quedaste, te quedaste... abriste tus brazos, me sanaste, cambiaste mis lágrimas por gozo, me cambiaste.
No sabía que al abrir mis ojos vería al dueño del universo; el creador del mar donde me hundía y sobre el cual ahora podía caminar sin miedo. Mi corazón endurecido y lejano, se había convertido en tu objetivo, y sin quitar tu mirada lo tomaste como el tesoro más grande sin pedirme nada a cambio. No solo me sacaste, sino que me llevaste a la orilla y soplaste vida; tienes la manía de tomar a un "nadie" y volverlo alguien, alguien en ti.
Hoy lo peor que pudo pasarme es la mejor historia que cuento porque en ti todo halla sentido.
Aquí estoy... sabiendo que mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Tú eres la fortaleza de mi corazón. Ciertamente los que están lejos de ti perecerán, pero para mí estar cerca de Ti es mi bien. (Salmo 73:26-28).
Nunca olvidaré lo que hiciste.
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