A veces no quiero orar y a veces mi oración es desbordarme en llanto.
A veces no quiero leer la Biblia y a veces mi corazón se desgarra con cada palabra.
A veces no quiero agradecer y a veces mi corazón se llena de alabanzas.
A veces me cuesta levantarme temprano para ir a la iglesia y a veces me levanto de un salto llena de gozo por ir a la casa del Señor.
A veces me cuesta bendecir a otros y a veces mis ojos se llenan de una compasión profunda.
A veces peco y a veces salgo bien librada de la tentación.
Soy inconstante y sé que en cada uno de esos “a veces” en los que fallo, soy yo siendo humana, y cada uno de esos “a veces” en los que puedo agradar a Dios, es porque Él me da las fuerzas.
Quisiera tanto que mi fragilidad fuese más dependiente de Él para desear todas las veces serle fiel y no tambalear en el camino… y sin embargo Él promete que mi pie no resbalará. Mi carne y Su misericordia se pelean entre sí con tal fracaso de mi parte que pase lo que pase, Su poder siempre ganará la batalla, incluso antes de haberla empezado. Fallaré y Él me perdonará, y cuantas más veces me perdone, más querré agradarle, más amor tendré para con Él, porque Su perdón es un río para mi vida, un flujo constante de Su misericordia ha moldeado en mí un corazón adorador.
¡Le amo, le amo con tal infinito desde y hacia alguien que simplemente quiso amarme primero!
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